El legítimo yo-yo Russell

Cuatro horas! Cuaaaaa-tro! Me entendés?! El chabón me tuvo cuatro horas hablándome del padre muerto, en la que se suponía era una entrevista de laburo para tomarme…
Ahora que lo decís, puede ser. Por ahí me tomó porque lo escuché. No lo había pensado.
En ese momento, yo debería haber visto que con un jefe así nada iba a resultar según lo planeado.
Entendés por qué necesitábamos joder? Fue una de las agencias más jodonas en las que laburé. Es que también! Había cada hijodeuncamióncargadodeputas! Mainer, Vazquez, Taretto, Ibarra, Grela… El Negro Grela es sencillamente inimputable. Directo.
Ahora, warning. Que nunca se fueron al carajo; si había que laburar, se laburaba a full.
Es que… cómo te explico?... pasaban cosas como ese día en que teníamos que hacer un folleto para unas medias. Como mis creativos eran bastante exquisitos, lo cazé a Grelita y le dije que me ayudara a cocinarlo en media horita. Todavía tábamos hablando de la vida, cuando entró el Gordo a mi oficina.
Cuando se aburría, venía a mi oficina.
La culpa la tuve yo, porque al tercer día de estar en la agencia, se me apareció, aburrido, y se me puso a charlotear. Por educación lo escuché, a pesar de que estaba hasta las bolas de laburo. Me acuerdo como si fuera hoy que me plantó una idea que había tenido dos años atrás, y en la que nadie le había dado pelota: “Si cada uno de nosotros fuera como Diego en lo suyo, seríamos el mejor país del mundo”. Y fotitos de Maradona de médico, albañil, piloto, etc. El póster de regalo al Diez, que nos llevaría a ganar la cuenta del Diez. Malísimo.
La leyenda cuenta que el día que se le ocurrió semejante obviudez reunió a toda la agencia (ocho) y les dijo: “Ganamos la cuenta de Maradona”. A alguien se le ocurrió preguntar si era el alfajor, la del banco o qué era la cuenta de Maradona, pero por su continuidad en la empresa no lo hizo, y lo bien que hizo.
El tema es que no había cuenta de Maradona y que tampoco la habían ganado, sino que con esa noble acción “pensaba” ganarla. Broche de oro? Seeee, hay broche de oro: el cuadro famoso se lo iba a entregar una vecina que conocía a la señora que trabajaba en lo del Diego.
Debí haberla visto venir.
Se fue de viaje y me dije “Le produzco el póster del Diego para cuando vuelva, así no rompe más las bolas y me deja laburar tranquilo”.
Volvió. Lo vió. Lágrimas… Lá-gri-massss.
Terminó en el sótano de la casa del Diez. Colgado? No. Tirado en un ricón.
Biennnnn.
Y nunca me dejó laburar tranquilo.
Entendés porqué entraba a mi oficina y yo temblaba? Era dantesco. Dantesco es poco.
Lloraba o me hablaba del padre, o del hijo, o se ponía a hacer avisos y eran todos jueguitos de palabra. “Vea la tele, para que no se aburra”. Y había una burra mirando tele.
O uno cuyo titular era "Banco de imágenes”, con una foto de un radio grabador. Hasta ahí todo bien... pero había un tipo sentado arriba... "Banco, ¿entendés?” dijo el Gordo, no pudiendo entender que se entendiera y no gustara.
Ya mucho antes de entrar yo, el Negro Grela había discutido fuerte por el famoso "Tenemos los huevos por el piso", ya que el Gordo quería a toda costa que la foto de la media docena de huevos fuese en el piso del aviso.
A propósito: antes de abrir la agencia, Carlitos lo llama para invitarlo a morfar para charlar de cómo era ser dueño de una agencia. Claro, desde su inocencia, el Gordo le contestó que era como hacer avisos.
-“Ah, es hacer jueguitos de palabras?”, le preguntó, Baccetti el irónico sutil.
Y ahí escuchó el tonito del teléfono de cuando te cuelgan.
Era un suplicio. Por eso, ese día, entró y nos miramos con el Negro y creo que los dos pensamos lo mismo al mismo tiempo.
Silencio absoluto por cinco minutos.
Así que me decidí a tirar esas boludeces que son para romper el hielo, para crear clima, para empezar a calentar motores. Esas mierdas de las que te salen cien antes de tirar una buena. Tábamos haciendo un folleto para medias. Lo miro al Negro y mando: “Precios a medias”.
El Negro se sube, y, serio como en velatorio, me dice: “Me gusta”. Y nos entramos a cagar de risa de lo malo que era.
Pero en medio de los retorcijones, se escucha una voz gruesa y emocionada: “Eso!... Es bueníííííísimo!”.
Lo vuelvo a mirar al Negro, pensando que me seguía jodiendo, para descubrir su cara de pánico.
Nunca pudimos convencer al Gordo de que era una basura. Y el cliente lo compró, orgulloso de su agencia.
En ese contexto, pobre pibe, sin saber nada, entra como Director General de Cuentas el Rafa Barbeito. Primer puesto dirigencial de su carrera. Menos calle que Caperucita Roja.
Decidí ajusticiarlo en su primer día.
Se me ocurrió una idea y acudí al toque mágico, superior, exquisito del Negro, una especie de René Favaloro de la joda. Obvio que la perfeccionó. Y el gran detalle que le adosó fue subirlo a Mainer como ejecutor.
Mainer se resitió aduciendo que el tipo, aunque nuevo, tendría el poder suficiente para rajarlo, si era que era un cuarto calentón.
Quince segundos se resistió.
Mainer? Mainer lleva del lado de adentro de la frente un tatoo que dice “Nacido para joder”.
Los acontecimientos se desarrollaron así.
Hubo dos llamadas por conmutador, estratégicas: esperó a que el Rafa no estuviera, y le llamó de parte del ingeniero Russell.
Si la recepcionista no le reconoció la voz a Mainer?
Un día, que el Gordo no estaba, lo llamé y, obvio, la recepcinista no me conoció y me dijo que no estaba. Yo le aduje que el Gordo tenía una deuda de juego millonaria conmigo y que si no me pasaba con él, lo iba a mandar a matar.
La chica, tartamudeando, no sabía cómo explicarme que el Gordo posta posta te lo juro que no estaba.
A lo que yo le respondí: “Cúchemé, señorita, cómo me dice que no está, si lo estoy viendo con mis propios ojos que ta en su oficina!... Le digo más: uté tá vestida con blusa blanca señoriiiiiita!”
Me enterneció. Me contaron que se asomó a la ventana, mientras seguía justificando al Gordo y miraba, miraba, miraba.
Así que a Mainer, con un pañuelo entre su boca y el mic del teléfono, no tenía la más inferior posibilidad de sacarlo.
El tercer día fue el día “D”.
Ese día, el falso ingeniero Russell habló con Rafa.
Le tiró una exorbitancia de inversión en medios.
Rafa se vio prendiendo habanos. Tercer día en la agencia y ya traía una cuenta que sería la de mayor facturación de todas. De todas juntas, digo. Pero el muy zorro no le dijo nada al Gordo. Aprendía rápido…
Dos semanas después, Russell se volvió a comunicar, ahora para arreglar una visita a la agencia.
Pero antes tenía una duda.
No sabía si poner la guita en una campaña tradicional o invertirla en pnt “en lo de Tinelli”.
A Rafa se le escurría la cuenta como arena entre los dedos.
El plan marchaba a la perfección.
Dos días después, Russell lo llama de nuevo con el siguiente pensamiento: tenía decidido hacer el pnt en lo de Marcelo, pero no lo convencía mucho la idea de darle yo-yos a la gente que estaba en la tribuna y así hacer unos planos con la gente jugando, y su miedo era cómo quedaba la marca si los de arriba cagaban a yoyazos en la cabeza a los que estaban en la grada de abajo.
Lo tuvo dos horas al Rafa argumentando, hasta que “se dejó convencer” y se decidió a “poner la guita en una campañita”. Era oficial: la cuenta era de la agencia.
“Ok, en diez termino éste brief y voy y le digo que es una joda”, les dije al Negro Grela y a Mainer.
Fueron un poco más de diez.
Tarde, Bobby, tarde.
Entré a la oficina del Gordo y ahí estaba el muy cretino de Rafa. Acababa de vomitar la noticia.
El Gordo, exultante, me invitó a sentar.
Aún no recuerdo de dónde saqué las palabras correctas para decirles que era una joda.
Rafa y yo nos quedamos mirando la mandíbula del Gordo, que parecía la de la máscara de Scary Movie. GraciaDió, cual Ricardo Fort, se recompuso y soltó una grotesca carcajada que retumbó en toda la agencia. Rafa rió. Yo reí. Todos contentos.
Pero Rafa quería nombres.
Asi que tuve que entregar a Mainer para salvarme.
Jajjaj! No!
Le propuse a ambos la contrajoda: les conté la verdad como acabo de contartela a vos y les dije que simuláramos que lo había mandado al frente solo a Mainer. Deal!
Rafa salió de ahí y fue al box de Mainer.
Abrió la puerta y solo le dijo “Mainer, ahora me voy, pero cuando vuelvo tengo que hablar con vos”. Lapidario.
Mainer entró a mi oficina sin golpear, justo cuando yo le estaba contando todo a Grela.
Ahí el Negro sacó su mejor chapa de Jodaman y le dijo que era un pelotudo por hacer ese tipo de jodas. Se estaba borrando olímpicamente. Un genio.
Mainer me miró como pidiendo auxilio. A buen puerto fuiste por leña. Le dije que se la tenía que bancar solo por desobedecernos y hacer la joda a pesar de nuestra negativa.
Salió como rayo de mi oficina, y volvió antes de que pudiéramos reirnos.
Nos preguntó lo mismo que antes. Le respondimos lo mismo.
Estaba raro. Nervioso. Desarreglado, aunque nunca fue un prolijo para vestirse.
-“Mainer… sacate el grabador de la panza, pelotudo!”
Se fue derrotado.
Seis días lo tuvo Rafa negándole la entrevista, con diversas excusas.
Creo que Mainer adelgazó un kilo por día.
Y al séptimo, llamó al box de Mainer y le dijo: “Mainer, vení a mi oficina”.
Arrastarndo los pies, Mainer llegó hasta la otra punta de la agencia.
Rafa ni lo dejó sentar. Le mando, así, crudo: “No me retocás esta foto para Carta de Publicidad?”