Mujer al volante.

Nieves volvía de trabajar. Era tarde. Estaba algo cansada. Quizá por eso, a pesar de que lo escuchó bien, de entrada no comprendió lo que le dijo el tipo del auto de al lado en el semáforo:
-        Que lindas piernas que tenés…
Aún estaba pensando cómo había hecho el chaboncito para vérselas, cuando escuchó el final de la frase:
-        … por qué no las usas para caminar, hija de mil putas!!!
El pibe tenía razón. Pero el hijo de mil putas es el que le dio el registro. Y el viejo de Nieves, otro, por garpar para que se lo den. Una fortuna garpó.
Así estamos, diría una vieja en un velorio: somos el país con más muertos por año en accidentes de tránsito.
Y tan serio que parece el examen. En Biei, digo. Ahí, precisamente, en mi primera vez para sacar licencia, me enteré de que yo era discromatópsico. Repeat: dis-cro-ma-tóp-si-co. Es como ser daltónico, pero más divertido. Es que cambio algunos verdes y unos pocos colorados, por cualquier otro color.
El pibito, con la cancherez de los dieciocho años recién cumplidos, le manda a la oftalmóloga que le pone el cartón con los circulitos verdes y colorados delante:
-        Acá hay un cinco, y acá me estás jodiendo, porque no hay ningún número.
Bueno, el “cinco” era un “quince”, y en el que “me estaba jodiendo”, había un “veintisiete”. Biennnnnn.
Me acuerdo de que me lo tomé tan en joda como me lo tomo hoy, pero Don Vito, mi padre, il capo di tutti i capi, se quería matar. Un descenciente imperfecto, él?!!!
Se tranquilizó cuando se enteró de que es una enfermedad transmitida por las mujeres, que las mujeres no padecen. Es más: ni se dan cuenta.
Y menos mal que encontré esto, porque me había ido al carajo de la historia, no?. Y no sabía cómo volver.
Algunas no se dan cuenta de lo mal que manejan. Como cuando no se corren del carril rápido cuando les haces luces. Y hacés luces. Y hacés luces. Y las boludas no aceleran ni un pedo. Y menos, se corren. Y vos solo pensás en esa reunión que te vale un laburo de doscientas lucas, a la que llegás tarde, y nada más lejos que intentar un levante… Hasta te lo hacen en la Panamericana! Pero de dónde carajos sacan que uno pueda pensar en un levante a ciento treinta por hora? Ni tiempo de mirarlas tenemos, tarambanas.
Sépanlo: cuando les hacen luces, córranse!
No, lo digo porque Nieves es una de ellas. Aunque por la Panamericana se pone las pilas y rara vez anda por los carriles rápidos.
En donde sí tiene una linda es en General Paz… Bueno… en dónde no tiene una maniobra, digamos, “audaz”?
Se mandó contramano por una bajadaaaaaa. La minita quería subir y resolvió por la vía equivocada. Estuve años tratando de que me explicara cómo hizo la maniobra macabra que hizo, pero nunca le entendí cómo llegó hasta ahí, a pesar de que una vez me peló hasta un planito.
No, no es que le faltan jugadores… Mmmm… Buó… Para la parte mecánica de la conducción, al menos, no. Su temita es una combinación letal entre distraerse y aburrirse.
Y vaya si lo podría afirmar el poli que le hizo tres multas en una sola detención! A saber: conducir hablando por celular, comer y leer, todo al mismo tiempo. Seee, posta. Celular, sánguche de salame y queso (bastante mersa, no?) y repasando para un examen.
De distraída, nomás.
Como ese día que se llevó la columna de alumbrado al sacar el auto del garage de la casa en donde vivía desde que había nacido, con la puerta abierta.
-        Pero quién fue el hijo de puta que corrió la columna?!!!
Seee. Siempre culpar a otro. Yo le digo “El Método Granada”. Hay que pasarle la culpa al primer boludo que encuentres antes de que te explote en la mano a vos, no importa un culo que vos seas el que tenga la culpa.
O cuando le afanaron la cartera dos motochorros, y me llamó para decirme que había chocado… media hora después, al tratar de salir marcha atrás de la estación de servicio en la cual había parado para tranquilizarse.
No es mala suerte. Se distrae la minita.
Mala suerte es la señora que me tocó ayer al lado en el banco, que mientras esperábamos al gerente, me contó que había ido a New York y al tiempo habían hecho explotar el World Trade Center. Que había estado en Atocha y a la semana habían volado la estación de trenes. Que había viajado a Colombia justo antes del alud.
Eso es mala suerte. Anotá: Clara Amelia Sanchez Sorondo. Obvio que por las dudas le pregunté el apellido para revisar la lista de pasajeros antes de mi próximo vuelo.
Pero Nieves se distrae hasta para mentir. Como cuando le dijo al viejo que le había chocado el auto y que era un rasponcito, nada más, pero que ya lo había llevado al chapista para ahorrar tiempo. Y luego, en la misma cena, quince minutos después, comenzó a contar maravillas de la grúa que la había remolcado (del “rasponcito”).
La anécdota se enriquece seis meses más tarde, cuando le devuelven el auto al viejo, con un sospechoso faltante en la zona esa que está debajo del capot y en donde generalmente está el motopropulsor y todo lo demás. Faltaba el compresor del aire acondicionado, pero Nieves le sugirió al viejo que lo habían “acomodado distinto”.
Si hay algo de lo que no saben en la familia de mi ex wife, es de mecánica. Clear enough?
Se distrae para mentir porque no observa, que es lo pior que puede hacer un mentiroso.
Como cuando hasta llegó a complotar a mi mecánico de toda la vida, so amenaza de que yo la mataba, para que cambiara una óptica de mi querido Passat, sin decirme nada. Y una noche vuelvo a casa y la veo cambiada, y le pregunto a Nieves cómo era posible que una óptica rota se cambiara sola. La navarreta nunca vio que la óptica estaba rota, se llevó mi auto y pensó que la había roto ella.
O se distrae, como la última vez que omitió contarme de una maniobrita, que saltó cuando fui a sacar un libre deuda para vender ese mismo Passat que tantas satisfacciones me había dado y que, ocasionalmente, me afanaba Nieves.
-        “Mirá”, me dijo el secretario del juez mientras caminábamos por el pasillo hacia el despacho de Su Usía, “de las dieciseis infracciones que tenés, te pude limpiar once, pero hay cinco que no puedo limpiarlas por nada del mundo”.
Mi estrategia de llegar sobre la hora de cierre a una repartición pública para acelerar el trabajo de los empleados ávidos de rajarse antes de que finalice su horario laboral a la velocidad de la luz, había dado resultado una vez más.
Caminábamos por el pasillo con la mayoría de los despachos vacíos a ambos lados, y como el que me había tocado era uno de los últimos, el secretario tuvo tiempo de ir enumerando las cinco que me sacó: tres de las ocho que tenía por hablar por celular (las tres de Nieves, obvio), una por exceso de velocidad (podría llegar a haber sido mía), y una por… le puso una pausa, creando un suspenso digno de Hitchcock, hasta que se sentó en el escritorio. Me miró fijo y me dijo:
-        “Circular de contramano por avenida Monroe”.
Cuando dijo “Monroe”, me acordé inmediatamente de Mercedes, la amiga que me había presentado Marisa Díaz, que vivía en Olazábal y Triunvirato (no es Monroe, pero me acordé igual); los ojos verdes más bonitos que vi en mi puta vida, la Brooke Shields argentina, la mujer que me estropeó más mal que ninguna.
Volví en mí. Sin tratar nisiquiera por un instante de rebatir la sentencia del juez, primero para irme rápido, y luego para no darle oportunidad alguna de arrepentirse de “limpiarme” once multas, lo cual aún era un muy buen deal, le pregunté al secretario, mientras me cerraba el papelerío, si no le parecía sospechoso que una persona pudiera conducir de contramano por una avenida de cuatro carriles por la que circulan miles de vehículos por día, entre ellos, varios de dos líneas de colectivo.
Antes de que me contestara, me cayó la ficha.
Lo miro a la distancia y me río. Por suerte, ahora pago solamente las ínfimas multas mías.